martes, 2 de enero de 2007

Quién es Maria Sumire


Su nacimiento determinará toda su vida. Su madre la aymara Ignacia López sintió los dolores de parto en pleno viaje. Se había traslado de su Canas a Canchis, ambas llamadas “Provincias Altas de Cusco” (a más de 3500 msnm) para el “trueque”. Este hecho determinará su amor por estas dos tierras y su indesmayable trabajo en favor de sus aspiraciones de desarrollo.

María creció en la comunidad de Collachapi del distrito de Layo, provincia de Canas. Sus recuerdos más tempranos están en el Yanaorqqo, uno de los cerros más imponentes y “apu” de la zona y de la laguna de Layo (3,969 m.s.n.m.).

Su padre Eduardo Sumire, destacado líder campesino, fue uno de los primeros indígenas de su Comunidad que aprendió a leer y escribir. “Mi padre soñó con ser maestro, algunos podrían decir que sus sueños se truncaron (un indígena letrado era un peligro)” a cambio se convertiría en maestro de maestros en interminables jornadas de lucha.

Don Eduardo Sumire Qelqa fue campesino, obrero de mina y de una empresa textil pero sobre todo, luchador social. Lugar donde trabajaba, creaba un sindicato. Su máxima obra; la Federación Departamental de Campesinos del Cusco. “Solamente organizados podemos lograr que nuestra lucha sea efectiva”, decía. Este gremio campesino fue fundamental en las jornadas de las tomas de tierra durante la Reforma Agraria.

Este ejemplo forjó el acero del espíritu de María Sumire. Fue una de las primeras niñas de su comunidad en asistir a la escuela. Precisamente allí se produce su primer encuentro con el idioma español.

“Aprendí el idioma impuesto con sangre y con lágrimas”, dice. Luego vendría el desarraigo. Su padre la lleva a Cusco, junto con su hermana mayor, para que continuara sus estudios. En su comunidad campesina solo se impartía la enseñanza hasta el tercer grado de primaria.

La vida en la ciudad fue para ella un enorme reto, su padre, dedicado a su labor gremial, apenas tenia tiempo para sus hijas, cuando no estaba en sus jornadas de lucha, estaba preso en alguna cárcel del país por sus ideas políticas.

María tuvo que trabajar para poder estudiar, los alimentos que con mucho esfuerzo enviaba su madre, no eran suficientes. Trabajó en labores de hogar. En esta época impulsa la organización del sindicato de trabajadoras del hogar que buscaba mejorar las condiciones de trabajo de las jóvenes campesinas llevadas a la ciudad a trabajar de “sirvientas”. Luego sería vendedora en el mercado de Ttio en la ciudad de Cusco. Justamente los mercados fueron uno de los bastiones urbanos que apoya la campaña que la lleva al Congreso de la República.

Terminó sus estudios secundarios en el turno de noche del Colegio de Aplicación Fortunato L. Herrera. Para entonces ya era madre y esposa.

Trabajaría muchos años como promotora social en diferentes comunidades campesinas, participa en la formación de clubes de madres, asociaciones de mujeres, comités artesanales, comités de vaso de leche, con las parteras y curanderos. Junto con las autoridades comunales inició labores de autogestión, como fondos rotatorios de semillas, trabajos de irrigación con aporte comunal y muchos otros.

“Nosotros los indígenas no necesitamos extender la mano para recibir ayuda de los programas sociales y de otros que en nuestro nombre solicitan al extranjero, porque desde tiempos inmemoriales conocemos el trabajo comunitario y hemos sabido convivir respetando la naturaleza, nuestra pacha mama. Ahora hay diversas actividades que dicen son beneficiosas para el país como la minería, los gasoductos que están dejando nuestros ríos sin peces, nuestros cielos sin aves, nuestra madre tierra sin la fertilidad bondadosa para producir frutos que nos alimenten”.

“No solo podemos salir en postales, no solo podemos bailar para que los turistas nos fotografíen, podemos forjar nuestro futuro con ese espíritu aguerrido que nos ha caracterizado, para esto solo necesitamos que realmente se nos tome en cuenta, que este Estado sea en la práctica multicultural y plurilingüe, que nos den la oportunidad, en igualdad de condiciones, de llevar una vida digna, de educar a nuestros hijos sin que sean humillados y discriminados, que se den cuenta que este Perú que perteneció a nuestros antepasados, no solo es Machupicchu sino que es toda una cultura viva que exige respeto”, afirma.
María Sumire trabajó muchos años en la defensa de los derechos humanos. En los años de violencia, asume la defensa de campesinos “decido estudiar derecho porque mis hermanos campesinos no tenían dinero para pagar un abogado”.

María recuerda una anécdota de la universidad; un docente le dijo “los trajes de bayeta son para el campo, y esa bolsa es de mercado”.

Su graduación fue celebrada en muchos lugares del Cusco, sus hermanos y hermanas de las comunidades campesinas podían contar con ella ahora como abogada comprometida con su defensa. Fue nombrada asesora jurídica de la Federación Departamental de Campesinos del Cusco.

María es una mujer que también encuentra aliento y fuerza en Dios, es miembro de la iglesia Metodista y ha trabajado realizando talleres de salud, autogestión, género y otros, “para ayudar a las comunidades eclesiales a vivir plenamente su fe”. También se ha preocupado por la pastoral indígena, el evangelio desde una perspectiva y cosmovisión andina, el “buscar a Dios en el rostro de nuestro hermano, de aquel que sufre y ara la tierra con nosotros”.

María Sumire llega al Congreso de la República con un amplio apoyo de las zonas rurales del Cusco, su promesa (juramento) al asumir el cargo de Congresista, la presta en su idioma materno, el quechua, lo que le ha generado algunas críticas y multitud de adhesiones “no se explican por qué tienen que oír ese idioma que ellos condenan a la extinción, y tampoco se explican cómo es que se ha permitido que los indígenas accedan a puestos que les eran inalcanzables hasta hace poco”.

María Sumire afirma, “después de tantos siglos de olvido y marginación tengo mucho que decir, muchos proyectos que realizar en beneficio de las comunidades indígenas” pero, también está consciente que esto no será fácil, “siempre se ha tratado de menospreciar el aporte indígena al país, de ocultar nuestra cultura, nuestra vida, de hacer que nuestros representantes que llegan a cargos públicos tengan una gestión mediocre”.

María Sumire tiene la esperanza de que “este movimiento continental de reivindicación, hermane a los pueblos con una causa común y que puedan trabajar juntos para que nuestros hijos y nuestros nietos puedan algún día tener un mejor futuro”.

María Sumire de Conde ha sido nominada al Premio “1000 mujeres para un Premio Nobel de la Paz 2005”.

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